A Odiseo.
Este puerto y tierra adentro.
Este puerto y tierra adentro.
Dije lo contrario y lo sostengo.
Aunque lo haya dicho lo vuelvo a repetir. Piedra del mismo zapato y paso a pasito, pian-pianito, paso a tropezar.
Vuelvo a este blog y me voy ni bien había acabado de limpiar y sacudir, echar una trapeada, llenarlo de agua y jabón para hermosearlo y... Ahorititita vuelvo, ai les encargo el changarro. Nomás voy, fijo, limpio y doy esplendor.
Sí, cómo no.
Señoras y señores, bienvenidos nuevamente a un nuevo y trepidante episodio de ésta, su tragicomedia favorita Bloguear es mi pecado que hoy presenta: "El regreso de la bloguera pródiga". Y recuerde que el jabón "Alma mía" es el único que dejará oloroso y reluciente hasta el más íntimo rincón de su ser.
En el capítulo anterior, nuestra gentil protagonista, tras sobrevivir de puro milagro una titulación, fin de año escolar, una peste neomedieval, el duelo y las esquelas por varios muertos ilustres, junto con los artreros trabajos de final de semestre, se encontró un buen día con palabras y pensamientos desvalijados, dispersos y deshilvanados. Tanto, que debió comenzar a perseguir piedras y juntar aves para buscar el camino que se había extraviado.
Yo no paso por las cosas, sino que las cosas me pasan y me sobrepasan. Como los ciclos que llevan más tiempo en cerrarse y viajes que se emprenden aun antes de treparse al autobús, avión, jet, mula, trasatlántico. Viajes que comienzan sin traspasar la puerta de la habitación. O que no acaban ni después de haber desempacado.
Aquí vamos, otra vez.