fe de erratas

Hace un año, poco más o menos revisé una obra y al mismo tiempo terminé una relación.

Acaban de enseñarme el libro en el que se convirtió la obra que revisé. Siempre me gusta ver cómo la obra que conocí como un bonche de hojas impresas con un montón de notas, banderines y papelitos se ordena y... ¡tarán! Después de pasar por muchas manos y ojos, aparece un libro con páginas resplandecientes, oliendo como sólo huelen los libros nuevos, tan limpiecito que uno ni se atreve a tocarlo para no maltratarlo. Siento una satisfacción muy profunda al pensar que hay un granito de mí en ese libro, aun cuando, en la mayoría de las veces, sólo yo sé que tuve parte en ello.

Pero este libro tiene una historia diferente. Fue un libro que leí sin poder evitar dejarle lágrimas entre las páginas, y no fue precisamente porque se tratara de un novelón marca Corin Tellado. Una lectura tan emotiva tiene muchas consecuencias, y ninguna de ellas positiva: la lectura se alargó demasiado y yo me retrasé excesivamente; mi revisión fue inconsistente, con muchas fallas. Finalmente, mi labor comenzó a ser lo contrario de lo que hasta entonces había sido, una actividad agradable e interesante, en vista de que no podía concentrarme en el texto y más pronto que tarde era incapaz de seguir leyendo para darle rienda suelta a la plañidera que vive en mí.

Sigo tropezando en este camino, pero ya tengo más calma. Al menos, ya me siento más capaz de concentrarme en lo que tengo ante mí, en lo que está presente y permanece.

Confieso que a lo largo de estos años he leído libros que están tan bien escritos que cuando termino de leerlos me siento triste, pues hubiera querido que el placer de leerlos se prolongara un poco más. Y he leído otros que me hacen sentir como si me hubieran encadenado del cuello a una piedra de molino para llevarla arrastrando. Ahora bien, los gustos y disgustos personales son punto y aparte; el libro no me tiene por qué gustar, puesto que no escribo reseñas ni soy la novia o mamá de los autores... y creo que ni así tendría esa obligación.

Esta labor, tal como la entiendo, es ser lo más objetiva para darle la lectura adecuada al texto, de tal forma que ésta quede bien pulida, a fin de que su lectura sea lo más clara y, por qué no, lo más grata posible. Esto también implica, desde mi punto de vista, ayudar al autor para que se luzca y para que su texto sea apreciado. Lo cual, de ninguna forma quiere decir que para corregir es necesario reescribir el texto. Hay una gran diferencia entre corregir y ayudar. Y en ese sentido, mi labor es muy parecida a la de un sastre: si la compostura está bien hecha ni siquiera se debería notar.

Ahora que he visto este libro y lo he revisado, siempre con alegría, como se recibe a un recién nacido, lo siento como algo más que un libro; lo veo... lo siento como materialización de una etapa y de una crisis.

Es un libro que esperaba con muchas ansias, pues, con todo y lágrimas, fue una lectura muy interesante y me permitió aprender mucho del tema que aborda. Sin embargo, las decisiones posteriores de edición lo modificaron.

Un libro pasa por un proceso muy complicado desde su estado germinal como manuscrito o archivo electrónico, hasta su materialización final. En tal proceso intervienen muchas personas de habilidades muy diversas y, de igual forma, muchos criterios que deben resolver diferentes problemas, lo que en ocasiones resulta más difícil que negociar el protocolo de Kyoto. Así pues, que aviente la primera piedra el que esté libre de toda errata.

Veo y releo nuevamente el libro. Hay algo de mí en él, que es invisible y mudo, pero está presente y vivo. Creo que el formato lo hace poco manejable y las columnas podrían dificultar la lectura. No pudieron incluir unas fotografías sensacionales, supongo que por cuestión de derechos de autor; una verdadera lástima. Pero sé que es un libro muy bonito, en muchos sentidos. Es una lectura apasionante de la que he hablado mucho a mis conocidos, que he recomendado mucho y que disfruté mucho. Tuve la suerte de leer esa obra, por eso la conozco íntimamente. Y deseo de corazón que muchas otras personas tengan oportunidad de leerla y les agrade también.


Pd. El término crisis, en griego, significa "cambio". Y por cierto, hay otras palabras muy interesantes que también me gustan mucho: ecdisis y metanoia, por ejemplo.

Pd2. Por razones obvias, no daré el nombre de la obra en cuestión, pero lo que sí puedo hacer es poner el soundtrack oficial ;)