Siempre experimento una sensación confusa cuando me reencuentro con alguna de mis lecturas de la infancia.
Hay que ver que el bagaje de dichas lecturas, vista desde hoy, resulta de lo más heterogéneo.
Estaban, por un lado, los libros "infantiles": los cuentos populares rusos que venían desde un lugar lejano, conocido entonces como URSS, y de los cuales ya he hablado en otras ocasiones. Alicia en el país de las maravillas, cuyas ilustraciones me parecían escalofriantes, aunque las canciones que se encontraban intercaladas a lo largo del libro tenían mucha onda, o al menos, así me lo parecía (mi favorita era la de la sopa, hasta le puse melodía y la cantaba con todo entusiasmo, a la menor provocación). La Oruga me parecía el personaje más genial de todo el libro; mi madre tuvo que agradecerle que me despertara el gusto por los champiñones.
Estaban los libros que no eran infantiles, pero a los cuales mi padre me acercó, haciendo caso omiso de las etiquetas sobre lecturas "adecuadas" para niños. Uno de mis recuerdos más preciados: tengo cinco o seis años y leo en voz alta, a petición de mi padre, algunos pasajes de dos libros: el relato de la creación, en el Génesis del Antiguo Testamento, y El viejo y el mar, de Hemingway. Voy lenta, pero segura.
Y por último, estaban las lecturas que yo hallé en la biblioteca familiar (eufemismo para nombrar los libros que mi padre depositó en unos tablones de madera a lo largo de un estrecho pasillo, junto con las docenas de revistas de mi madre). Hallazgos desconcertantes pero infinitamente fascinantes, como el volumen deshojado de la enciclopedia, del que también ya hablé. O los volúmenes de la National Geographic sobre tribus nómadas, a punto de desaparecer (según afirmaba en sus páginas).
Pero sin duda, uno de los librines que fascinó durante bastante tiempo mi imaginación y la sobrepobló de imágenes y escalofríos, fue una recopilación editada por Duda (¿alguien se acuerda de esas revistas impresas en papel revolución que abordaban temás más o menos esotéricos como la combustión espontánea o el rapto de ovnis? Un antecedente de los Expedientes X, pues).
En dicho volumen se mostraban casos de hechos "no explicados" y desconcertantes: ejércitos enteros que desparecían envueltos en una nube, sustancias gelatinosas que caían del cielo sin decir "agua va"; huellas misteriosas de entes jamás vistos, visitantes del espacio exterior... en fin.
Hoy, pasando por un puesto callejero de libros me reencontré con dicha obra; sobra decir que la compré inmediatamente y comencé a releer fascinada, rememorando los casos que me habían parecido más fascinantes o terroríficos, según se vea, pues, aunque parezca vergonzoso, hay dos o tres que me siguen dando cuscús (aaay, mamacheeeeeta).
Comparto con ustedes uno que me pareció conmovedor. Se trata de las disposiciones instauradas en Bélgica respecto a los visitantes extraterrestres. Algo así como un Manual de Carreño del Tercer Tipo.
En noviembre de 1954, se instauró el "Comité de recibimiento del primer marciano" que publicó un reglamento de 14 páginas con indicaciones del siguiente tipo:
"Trátese al primer marciano con dulzura y amenidad. Quítese el sombrero y procure inclinarse ante él. Llévelo a su casa, ofrézcale comida, pero antes mándelo examinar por un médico para saber si su estómago es semejante al nuestro."
En Estados Unidos no se quedan atrás. De acuerdo a las leyes de Gulfport, Missouri, las cuales datan de 1958, hay una legislación específica para aliens:
"Se ruega a los marcianos depositar sus armas en la delegación de policía, desde su llegada".
"Ningún aparato desconocido quedará autorizado para aterrizar o estacionarse dentro de los límites de la ciudad de Gulfport."
¿Cómo quieren que no me haya entusiasmado con los Expedientes X?
Con razón dicen que infancia es destino.
Pd1. Respecto al fenómeno Duda, este artículo sobre Charles Fort, considerado el autor de los estudios que darían pie a libros como El retorno de los brujos o a la revista en cuestión, seguramente les interesará.
Pd2. El libro al que me he referido en este post es: Testimonios de lo insólito. Relación de sucesos increíbles, publicado en 1972 por la editorial Posada. La recopilación del material aparece atribuida a Tomás Doreste, y entre los miembros del consejo editorial encontramos a Eduardo Lizalde:
Debe el amor vencer,
vencerlo todo.
La muerte y la cursilería.
Todo lo vence, compañeros,
vence a la muerte, ciudadanos,
porque es la muerte él mismo.
4 GLOSAS:
Es dificil como aún cuando hay una distancia entre tu infancia y la mía, estan hechas ambas de las mismas cosas. Por eso eres una de mis mejores amigas. Tambien creci leyendo national geographic, las revistas de lo insolito pero sobre todas las cosas: alicia en el país de las maravillas y el viejo y el mar... coincidencias? oserá que los clásicos siempre convergen?
te quiero amiga.
TZITZI: Más que intentar explicarlas, celebro esas coincidencias y convergencias.
Un abrazo muy fuerte.
Muy buen libro el de Testimonios de lo Insólito. Un libro que aunque muchos deseñen, es un claro ejemplo de cuando se es más observador de nuestro alrededor, más cosas interesantes vemos, más situaciones "coincidentes" vemos, como se diría en el libro de "El retrono de los brujos".
Yo solicito, sugiero y pido de la manera más atenta, se puedan publicar, parte o algunos extractos de ese libro, que por cuestiones de editorial, es muy difícil conseguir. Si es posible, y por la importancia del mismo, compartirlo completo.
Saludos, y gracias.
ANÓNIMO: Con todo gusto citaré en ocasiones futuras algunos fragmentos de la obra en cuestión, puesto que ponerla enteramente en línea es poco menos que imposible (al menos para mi).
Gracias y saludos.
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