Coyoacanear: Dícese de la jornada invertida en deambular por conocido barrio del sur del D.F. El tiempo invertido en tal actividad puede ser variable: no puede ser menor a un par de horas pero tampoco debe exceder una jornada laboral de ocho. Se puede coyoacanear individual o grupalmente, bajo la premisa de que tal actividad deber carecer por completo de fines prácticos y/o utilitarios. Es decir, se va a coyoacanear por mero ocio y de dicha actividad se excluye por completo la planeación anticipada, pues todo se improvisa y se decide al mismo tiempo que se coyoacanea. En suma, la esencia de esta actividad reside en el carácter abierto a todo cambio, idea, ocurrencia o inspiración que se presente durante el trascurso de ésta.
Padezco de un desorden de concentración. Necesito del bullicio para poder concentrarme, por lo que a veces hago lecturas más sustanciosas en el pesero que en la biblioteca. El ocio y el negocio me llevan continuamente a Coyoacán, de ahí que haya tenido que elaborar un término específico para definir con mayor precisión la naturaleza de mis andanzas en ese lugar y poder diferenciar cuando se refieren al primer caso en oposición al segundo. Entre una y otra situación hay un espacio intermedio ligado a la necesidad de salir a despejar la cabeza y refrescar ideas, literalmente.
Uno de los mejores lugares para agarrar o intentar retomar la inspiración es, justamente, el café donde siempre está oliendo al pan que ahí se hornea y vende, con mesitas de madera en la calle y música marca Putumayo. A pesar de que nunca deja de estar concurrido me he pasado horas garabateando y leyendo sin interrupción. Otras veces, junto con un café y un muffin de chocolate-chocolate me siento a ver a los transeúntes habituales y los ocasionales, como yo. Veo también a quienes están en otras mesas; casi siempre hay alguien que lleva su equipo de lectura y/o escritura, miembros de la cofradía que encuentra en los cafés la dosis necesaria de ánimo para despertar las ideas y volverlas palabras.
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Al Xerófilo, por presentarme al detective Wallander.
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4 GLOSAS:
Hola Bandala:
Vine pues y, como te dije allá, esto ya es hábito grato, era innecesaria la invitación, pero gracias muchas por reiterarla.
Qué gusto lo de Wallander y, tú sabes, qué honor señalarme como "presentador".
Lee la serie, cada vez se pone mejor. La falibilidad y humanidad de ese detective lo acaba convirtiendo en un personaje que pasa a ser parte de la familia (al menos de la mía).
Nomás quiero saber tu opinión sobre el de "Mil años menos cincuenta". Acábalo y dime, por favor.
No acierto a decirte algo sobre Coyoacán. Nací en la Guerrero, de ahí pasamos a la Lindavista y después a Coyoacán.
Sigo sintiéndome de la Guerrero, pero tuve la suerte de conocer Coyoacán antes de que fuese lugar de culto.
Había feria de pueblo y toda la cosa, a un costado de la iglesia. Era padrísimo, comprabas "huevos de harina" y los aventabas desde arriba de la "Rueda de la Fortuna".
A nadie se le ocurría esculcarte. Eran tiempos de revoluciones, no de terrorismo.
Lástima que no hubiera cámaras digitales en ese entonces. Jamás pudimos descubrir el secreto de "Sonia", quien se hizo araña por desobedecer a sus padres (si no me crees pregúntale a mis amigos).
Sin embargo pienso que, aunque a algunos residentes de Coyoacán no les guste, hay algo positivo en la concurrencia masiva. Al menos, según tu dicho, es parte y no parte del "Coyoacanear".
Pero estoy baboseando. En realidad es otra cosa lo que me llama la atención. Fíjate si no.
Mis abuelos paternos vivían en la Santa María, sobre Sor Juana. Resultó que mi ex-esposa vivía a una cuadra de mis abuelos.
Es decir, cuando niño nomás hubiera tenido que cruzar la calle de Fresno para llegar a la casa de quien sería mi esposa más o menos 13 años después.
Einstein demostró que la cuarta dimensión es el tiempo.
Es decir:
¿Cuántas veces se han cruzado nuestras líneas espacio-temporales?
Ya es madrugada. Perdón por el desvarío.
Además no importa. Esta cosa rara permite que intercambiemos ideas ¿no?
RRS
Hola otra vez.
Pensé en borrar todas las tarugadas que escribí arriba. Pero ni al caso. De todos modos ya las recibiste por correo.
Nomás quería decirte que, pese a compartir barrios, ni idea de los cafés que frecuentas.
Quizás Einstein no percibió esto, lo de la quinta dimensión que es el ciberespacio.
Hay seres que sólo se conocerán ahí ¿verdad?
Saludos y buenos días.
RRS
PD. Por cierto. Aprovechando tus ratos de ocio me ha dado por visitar algunas de tus "recomendaciones" cibernéticas.
Varias me han agradado muy mucho. Gracias, es análogo a recomendar libros ¿no crees?
Hola otra vez.
No me fije en la pregunta.
¿Ya vas en "Cortafuegos"?
¿Te los estás brincando o de veras agarraste el vicio?
Hasta ahora me doy cuenta de que fue innecesario escribir allá arriba lo de "Lee la serie..."
Qué padre, lo malo es que calculo que nomás te quedan unos tres o cuatro libros de Wallander.
Y empezarás a tener el síndrome de abstinencia que yo tengo desde hace como dos años.
Bueno, no pensemos en ello, simplemente sigue disfrutándolos.
Saludos
RRS
XEROFILO, XEROFILO y XEROFILO: He tenido que leer de forma muy aleatoria los libros de Wallander, hasta ahora el que más me ha gustado es "Antes de que hiele"; me pregunto si la hija de Wallander comenzará su propia serie, ojalá que sí. En cuanto a "Mil años menos cincuenta", desafortunadamente tuve que interrumpir la lectura, pero cuenta con que te haré saber cuando la haya podido concluir.
Yo creo que, efectivamente, las lineas de tiempo y espacio sí confluyen; me niego a pensar en la casualidad como la razón de ello.
Imagínate cuántas veces hemos entrecruzado nuestras líneas en una sola ciudad, y ni qué decir de esta "quinta dimensión" donde pueden ser posibles muchos encuentros afortunados. Por cierto, qué bueno que esas recomendaciones cibernéticas te hayan agradado.
Te mando un fuerte abrazo.
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