... No olvides velarme cuando me pierdas,
rememorar mis días, los dones de mi carácter,
y, cuando me echen a faltar,
conmueve, por Dios, cada vez que me recuerdes
a todo mozo valiente, despabilado.
Quizá mi cuerpo, en su sepultura, escuche algo
de la letanía del salmodio o del tañido del músico.
Al ser recordado tras la muerte, tendré descanso:
no me lo neguéis pensando que no es solaz de difuntos.
Yo pongo mi esperanza en Dios por tiempos pasados
y los pecados cometidos: Él conoce mis verdades.
"La muerte me alcanza" (fragmento)
Ibn Shuhayd (992-1035 d.C.)
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