Cuando éramos niños

Este fin de semana asistí al funeral del padre de una amiga; la noticia llegó así, de improviso. Sabía que estaba grave pero confiaba, según la última vez que había hablado con ella, en que la crisis se había superado de momento y ahora todos se encontraban más tranquilos, una vez que lo habían trasladado del hospital a su casa. Mentira.

Debo aclarar. Primero dije la palabra funeral aunque es del todo inexacta. Sólo fuimos avisados cuando el deceso y la inhumación ya habían pasado. Así que, en realidad nos reunimos para la ceremonia religiosa y después de ésta, una reunión donde nos ofrecieron tamales y mixiotes: los últimos antojos del papá de mi amiga.

En particular, diré un par de cosas sobre ella. Es la única amistad en realidad que mantengo de la infancia, y el único contacto real con la época de la colonia Roma, despoblada de por sí. Mantuvimos el contacto más allá del cambio de escuelas, casas, trabajos. Y nuestros padres además, se conocían mutuamente. La proximidad de ambas familias, no sólo por el hecho de compartir escuela o rumbo, hacía que muchas veces nos reunieramos y realmente la pasáramos bien, tanto grandes como chicos.

Hubo un Año Nuevo que pasamos juntos. Recuerdo esa ocasión particularmente porque creo que nunca me he reido tanto como ese día, hasta pensé que iba a lastimarme de tanto que me reí.

Ahora tenemos trabajo, vidas y rumbos distintos, aunque seguimos en contacto.

Sin embargo, cuando llegamos a tocar la muerte como este fin de semana, una muerte tan cercana, llego a la conclusión que ésta la parte de crecer que no nos contaron cuando nos vendieron nuestros sueños en la infancia, y nuestros horizontes apenas se medían por esquinas.

Cuando éramos niños
los viejos tenían como treinta
un charco era un océano
la muerte lisa y llana
no existía

luego cuando muchachos
los viejos eran gente de cuarenta
un estanque era un océano
la muerte solamente
una palabra

ya cuando nos casamos
los ancianos estaban en los cincuenta
un lago era un océano
la muerte era la muerte
de los otros

ahora veteranos
ya le dimos alcance a la verdad
el océano es por fin el océano
pero la muerte empieza a ser
la nuestra

Mario Benedetti

2 GLOSAS:

Francisco Palacios dijo...

Es increíble como cambian las cosas conforme uno va creciendo.
El poema de Benedetti es hermoso, uno de mis favoritos del uruguayo, y retrata muy bien la idea de lo que escribes en tu post.
Saludos

bandala dijo...

FRANCISCO:
Gracias por tu comentario, me alegro que a ti también te guste este poema.

Un abrazo muy fuerte.