Me siento como en Día de Reyes

Ahora que este changarro ya está debidamente acondicionado, con las chunches funcionando y en su debido lugar, procedo a declarar iniciada la ceremonia en honor al premio otorgado por los Chuquis a este blog.


Y como lo dicta la milenaria tradición de los blogs, procedo a pasar este premio a...

-Rax, con amistad. Y con todo y zombies.

-Tzitzi del Tallercito Violento, porque la admiro, la admiro, la admiro.

- Chema y su Capítulo 93, a quien siempre es un placer leer.

Y nuevamente, gracias a los Chuquis: en cuanto decidan cuál órgano debo donar para pagar los gastos de envío del galardón en cuestión, me avisan.

Tom Sawyer y el clan de los exhibicionistas vouyeristas

Como una vez bien escribió el Señor Chiquito: Hace tanto tiempo (o eso me parece) que no he vuelto a intervenir este blog que casi no lo reconozco. Es como salir de vacaciones un par de semanas y regresar a casa. Los olores y sonidos que te encuentras parecen ser de otro lugar, aunque en realidad siguen siendo los mismos: lo que uno encuentra en realidad son los vestigios de la propia ausencia. Una ausencia que se amplifica sensorialmente en ese espacio que habitas y al cual tratas nuevamente de volver familiar.

Hoy me di cuenta de que nunca hablo de mis padrinos. Inmediatamente pensé en una razón: no hay nada qué contar sobre ellos. No los he vuelto a ver desde que tenía algo así como 18 años, aunque de vez en cuando recuerdo ciertas peculiaridades de nuestra relación padrino-ahijada. Por ejemplo, solían servirse de la comparación entre lo que ellos sí tenían, sí hacían, sí decían, sí traían, sí usaban, etcétera, y uno no, para corregir y/o encaminar a las ovejas descarriadas como la que esto escribe.

Bueno, una de sus recomendaciones sí dejó una huella en mi tierno e imperfecto entendimiento: siempre insistieron en la modestia.

¡Tienes que ser modesta! me repetían una y otra vez cuando me ponía a releer con fruición Las aventuras de Tom Sawyer, un ejemplar de su biblioteca que daba la impresión de no haber sido leído con anterioridad hasta que lo descubrí y pedí permiso para poder leerlo.

¡Tienes que ser modesta! me repetían con mayor insistencia a partir de la ocasión en que se me ocurrió preguntar si la banda militar que se presentaba en el kiosko del parque interpretaría a Beethoven. (¡Perdooooooooooooooooooooooon! Tenía 10 añitos. Ya estaba intentando chancletear con los tacones de la pose intelectual, pero por lo demás, la música de Beto-Ven, como la de otros de su calaña era parte de lo que oía normalmente y se alternaba debidamente con muchas otras cosas, como Cri-Cri, los Churumbeles de España, Víctor Jara, Little Richard, Parchis y Guadalupe Pineda. Como podrán ver, no discriminaba. )

Ahora que lo pienso, el problema en realidad fue que ellos y yo teníamos ideas diferentes respecto al concepto de modestia, así como sus medios y fines. De la misma forma, no puedo alegar inocencia, sobre todo desde este espacio.

Hace tiempo le doy vueltas a la siguiente idea: un blog aparentemente funciona como la ventana sucia del chiste. La señora de la casa llama la atención a su sirvienta por que ésta sólo limpia el cristal de las ventanas en el interior de la casa pero no del lado de la calle, a lo que la sirvienta repone: "Es para que podamos ver lo que pasa afuera y para que los de afuera no puedan ver lo que hacemos aquí adentro." Sin embargo, pienso que se trata de una cuestión más compleja y perversa, en realidad.

Sólo se me ocurre una imagen para poder explicarlo.

Escribir en un blog es como pasearte desnuda/o ante la ventana, deseando íntimamente que alguien te vea/lea al natural, al mismo tiempo que espías la ventana del vecino (o la vecina, según prefieran imaginar) en espera de vislumbrarlo/a, igualmente desnudo/a, pues quienes escribimos en un blog reunimos por igual ambas perversiones: somos unos exhibicionistas-voyeuristas con mezclas desiguales de pudor y placer. Quien más, quien menos.*

Creo que no fui una buena ahijada, de acuerdo a las ideas de mis padrinos sobre el buen camino y, particularmente, la modestia, pero lo único que sirve de descargo a mi percudida conciencia es que los padrinos en cuestión, si aún no leen el Tom Sawyer que, según me imagino, sigue acumulando polvo en su biblioteca, menos aún leerán esto.

*Esta reflexión surgió originalmente como parte de un comentario para Rax.