Si sueño...

... El sonido de la lluvia a través del cristal
La música nocturna de la radio, luz de un faro distante entre la bruma
La soledad de un departamento y el frío de este domingo que se me escapa, mil veces repetido en otros espejos
El silencio que a veces se deposita en mi interior, pozo inmóvil y secreto.

... Tu voz que atraviesa los meandros del estío
Y me entrega palabras
Sólo pocas palabras
con las que me desdibujas a cada rato
con las que te trazo en una acuarela terracota

Si te sueño...

esta noche

Dicen que la soledad es
no tener a nadie a quién perder...

Lecturas infantiles (frikis)

Siempre experimento una sensación confusa cuando me reencuentro con alguna de mis lecturas de la infancia.
Hay que ver que el bagaje de dichas lecturas, vista desde hoy, resulta de lo más heterogéneo.

Estaban, por un lado, los libros "infantiles": los cuentos populares rusos que venían desde un lugar lejano, conocido entonces como URSS, y de los cuales ya he hablado en otras ocasiones. Alicia en el país de las maravillas, cuyas ilustraciones me parecían escalofriantes, aunque las canciones que se encontraban intercaladas a lo largo del libro tenían mucha onda, o al menos, así me lo parecía (mi favorita era la de la sopa, hasta le puse melodía y la cantaba con todo entusiasmo, a la menor provocación). La Oruga me parecía el personaje más genial de todo el libro; mi madre tuvo que agradecerle que me despertara el gusto por los champiñones.

Estaban los libros que no eran infantiles, pero a los cuales mi padre me acercó, haciendo caso omiso de las etiquetas sobre lecturas "adecuadas" para niños. Uno de mis recuerdos más preciados: tengo cinco o seis años y leo en voz alta, a petición de mi padre, algunos pasajes de dos libros: el relato de la creación, en el Génesis del Antiguo Testamento, y El viejo y el mar, de Hemingway. Voy lenta, pero segura.

Y por último, estaban las lecturas que yo hallé en la biblioteca familiar (eufemismo para nombrar los libros que mi padre depositó en unos tablones de madera a lo largo de un estrecho pasillo, junto con las docenas de revistas de mi madre). Hallazgos desconcertantes pero infinitamente fascinantes, como el volumen deshojado de la enciclopedia, del que también ya hablé. O los volúmenes de la National Geographic sobre tribus nómadas, a punto de desaparecer (según afirmaba en sus páginas).

Pero sin duda, uno de los librines que fascinó durante bastante tiempo mi imaginación y la sobrepobló de imágenes y escalofríos, fue una recopilación editada por Duda (¿alguien se acuerda de esas revistas impresas en papel revolución que abordaban temás más o menos esotéricos como la combustión espontánea o el rapto de ovnis? Un antecedente de los Expedientes X, pues).

En dicho volumen se mostraban casos de hechos "no explicados" y desconcertantes: ejércitos enteros que desparecían envueltos en una nube, sustancias gelatinosas que caían del cielo sin decir "agua va"; huellas misteriosas de entes jamás vistos, visitantes del espacio exterior... en fin.

Hoy, pasando por un puesto callejero de libros me reencontré con dicha obra; sobra decir que la compré inmediatamente y comencé a releer fascinada, rememorando los casos que me habían parecido más fascinantes o terroríficos, según se vea, pues, aunque parezca vergonzoso, hay dos o tres que me siguen dando cuscús (aaay, mamacheeeeeta).

Comparto con ustedes uno que me pareció conmovedor. Se trata de las disposiciones instauradas en Bélgica respecto a los visitantes extraterrestres. Algo así como un Manual de Carreño del Tercer Tipo.

En noviembre de 1954, se instauró el "Comité de recibimiento del primer marciano" que publicó un reglamento de 14 páginas con indicaciones del siguiente tipo:

"Trátese al primer marciano con dulzura y amenidad. Quítese el sombrero y procure inclinarse ante él. Llévelo a su casa, ofrézcale comida, pero antes mándelo examinar por un médico para saber si su estómago es semejante al nuestro."

En Estados Unidos no se quedan atrás. De acuerdo a las leyes de Gulfport, Missouri, las cuales datan de 1958, hay una legislación específica para aliens:
"Se ruega a los marcianos depositar sus armas en la delegación de policía, desde su llegada".
"Ningún aparato desconocido quedará autorizado para aterrizar o estacionarse dentro de los límites de la ciudad de Gulfport."

¿Cómo quieren que no me haya entusiasmado con los Expedientes X?

Con razón dicen que infancia es destino.

Pd1. Respecto al fenómeno Duda, este artículo sobre Charles Fort, considerado el autor de los estudios que darían pie a libros como El retorno de los brujos o a la revista en cuestión, seguramente les interesará.


Pd2. El libro al que me he referido en este post es: Testimonios de lo insólito. Relación de sucesos increíbles, publicado en 1972 por la editorial Posada. La recopilación del material aparece atribuida a Tomás Doreste, y entre los miembros del consejo editorial encontramos a Eduardo Lizalde:


Debe el amor vencer,
vencerlo todo.
La muerte y la cursilería.
Todo lo vence, compañeros,
vence a la muerte, ciudadanos,
porque es la muerte él mismo.

Recuerdos para Remedios

Fue mi fiel acompañante.
Me sostuvo en la desgracia y la adversidad.
Me alivió innumerables veces en los momentos embargados de tedio, ansia o desánimo.
Ahora la he perdido.

La bella Remedios era un dispositivo reproductor MP3 al que denominé así, menos con reminiscencias literarias que con humor. Pero con ironía y todo, siempre le hizo honor a su nombre.

Constituía algo así como un veliz sonoro, provisto de la canción indicada para cualquier momento y circunstancia. Acompañada de la fiel Remedios me sentía más que preparada para afrontar travesías a bordo de peseros kamikases, el limbo de las filas burocráticas, la espera de amistades morosas, la decepción de días absurdos...

Por eso, cuando me asaltaba la idea inquietante de su pérdida, inmediatamente me embargaba el terror: perder a Remedios equivaldría a perder justamente un veliz... pero el de la ropa interior. Perderla, suponía, era perder los sonidos que definían mi intimidad: qué es lo que mueve esta estrofa; qué recuerdo invoco al oír esta canción, qué cicatriz nunca permito que cierre gracias a esa, y cuál es la tonada mágica con la cual me pierdo.

Y la perdí.

Remedios: te voy a echar de menos. Y particularmente, nunca olvidaré cómo me acompañaste toda la temporada de expedición por la Avenida de los Cien Perros sin fallar una sola vez. Sin tu apoyo no habría podido aguantar todos esos viajes.

Lo único que lamento de veras es que tu nuevo/a dueño/a (si es que se le puede dar ese nombre a quien gusta quedarse con objetos ajenos) seguramente borrará tu memoria para atiborrarte de reggetón y pasito duranguense, sin enterarse nunca de tu biografía como heroica nómada urbana.

Preguntas

¿Qué es peor? ¿Tener civiles seudo militares, tener militares disfrazados de civiles o hablar de derechos seudo humanos?

Augustos miembros de la derecha e izquierda: ¿qué les parece si de una vez dividimos la ciudad? Algo así como DF del Norte y DF del Sur (la división Oriental-Occidental no funcionaría en nuestro caso) con todo y un muro, alambrados y puestos de control. Y ya que andamos en ésas, ¿por qué no nos colocamos de una vez estrellitas de tela color azul o amarillo en la ropa y de esta forma nos clasificamos convenientemente, evitando engorrosas confusiones?

Quo usque tandem abútere Catilina, patientia nostra?

Un año

Tuve dias largos como sombras, para guardarlos espléndidos en su estuche
Tuve palabras que me aguardaban desnudas e incandescentes
Tuve tantos años; todos mis veintinfiernos.
Tuve inocencia y fe
de ambas me quedan aún algunos saldos

Soy una casa dividida entre la bruma azul de la sierra y el canto gris del sol de las azoteas
Soy una gata y una perra
Soy cauce de ciertas palabras remotas
Soy un montón de esperas y algunas despedidas
Soy una herida abierta desde que tembló
Soy catéter en el alma de Babel
Soy quien puede recordar este nombre: Erubí

Soy lo que soy
Lo que tengo y he tenido
Lo que me ha abandonado
y lo que dejé
Lo que aún no olvido


Un Ondinnonk

El otro 11

Porque no podemos darnos el lujo de olvidar ni ignorar.
Porque este 11 sigue ardiendo como aquel 19 en mi santoral personal.

A los vivos les debemos el respeto. A los muertos les debemos la verdad.
Voltaire



Fragmento de "El tigre que saltó y mató... pero morirá, morirá"
(Cuba, 1973, dir. Santiago Álvarez)


Aquí pueden ver una versión completa de este cortometraje cubano, a medio camino entre el reportaje y el ensayo visual, con todo y aparición especial de Víctor Jara. Un recuerdo también de esas locas jornadas cinecluberas de los viernes, cuando proyectamos ésta y otras rarezas en una pequeña sala ante un selecto y heroico auditorio.

Pero ésa es otra historia.

La prima Cuquis y yo

Últimamente he caido en cuenta de la forma como mi imaginación en ocasiones se desboca de forma incontrolable al momento de hacerme el retrato mental de alguna persona que no tengo el gusto de conocer en vivo y a todo color.

Me pasó con la Trompetista, a quien envuelta en una colorida cauda bufandosa, conocí un buen día de diciembre, propicio particularmente para charlar y degustar un café copilqueño.

Me pasó con Carlitos, quien no sólo no resultó ser un distraído investigador altote, fornido, ataviado con traje de pana café oscuro, provisto de espejuelos y tupida barba, sino que hasta amiga ausente compartimos.

Y no es que me resulte decepcionante, por el contrario, me fascina y, por momentos, llega a desconcertarme que tan lejos se me van las cabras cuando les doy rienda suelta.

De un tiempo para acá me apoyo en cierto personaje hipotético para ilustrar mis explicaciones en clase. Se trata de la prima Cuquis.

Imagínense que deben pronunciar un discurso en la fiesta de Quince Años de la prima Cuquis (risas).

O bien:
Si van a ir al museo para tal o cual exposición, organícense y planeen la visita con tiempo. No olviden llevar tortas y refrescos; pónganse de acuerdo si deciden ir con su novio/a, amigos/as o con la prima Cuquis (más risas).

¿Cómo me imagino a la prima Cuquis?

  • Una chica llenita, más bien baja de estatura, muy morena, provista de un buen humor a prueba de bombas y energía arrolladora.
  • Su vestido de quinceañera fue color rosaextrarrosa; después del vals se aventó una coreografía reggetoneada con sus chambelanes, cuidadosamente reclutados entre los conocidos de la secu y la cuadra. Eso sí, no ha habido pachanga de quince años más divertida que ésa; todos los invitados se amanecieron bailando.
  • Es la prima que siempre quieres que vaya a tus reuniones. Monta las coreografías y se avienta a bailar con todos sin hacerles feo.
  • Y, claro, siempre organiza las mejores fiestas.
Definitivamente, espero conocerla algún día.
Con un poco de suerte quizá hasta me invite a una de sus pachangas.