El otro 11 de septiembre + una cantata necesaria (I)

Definitivamente, el mes de septiembre trae consigo una serie de conmemoraciones y rememoraciones, algunas más subjetivas que otras.
Como este blog no se rige por el calendario oficial ni tiene compromisos institucionales ni recibe patrocinios (hasta ahora nadie me ha enviado botellas de brandy... codos), pues nos damos el lujo de alterar el orden y mención de festejos y antifestejos, faltaba más.
Y sí, el otro aniversario septembrino que no reúne miles de horas de noticiarios para conmemorarlo, ríos de tinta, películas hollywoodenses o intervenciones armadas en otros países a la caza de terroristas, es el 11 de septiembre chileno, el del golpe de Estado militar en contra del gobierno socialista de Salvador Allende, el del inicio de la dictadura militar e inicio del éxodo de numerosos perseguidos políticos por el orbe. Muchos de estos refugiados llegaron aquí, a México. Como en otros exilios, lo que se supuso una estadía de tránsito se convirtió para muchos en destino definitivo. Una situación temporal significó varias veces reinicio de vida: hijos, trabajo, amistades; todo made in México.
Dejo a otros la tarea de interpretación histórica, social, política y dialéctica sobre el tema.Yo me quedo con mi subjetivo y particular punto de vista sobre las personas, aunque me niego a usar el término exiliados.
Los conocí desde mi infancia. También tuve oportunidad de conocer la sede que el gobierno echeverrista les dio para sus actividades, la hermosa residencia que fue la Casa de Chile en México. Todavía fui de la generación en cuyas casas se oía el canto latinoamericano. Tuve un cartel que decía con letras muy grandes: Chile en el corazón.
Pero fue hasta mucho después que me enteré de quién era Allende y supe que Pinochet no era un titeret, hijo de Gepett, como suponía; lo de las manos de Víctor Jara (... que no calla, según los F. Cadillacs); lo de las grandes alamedas donde pasará el hombre del mañana; el horror del Estadio Nacional y la caída del Palacio de la Moneda.
Ha pasado el tiempo, y también ha habido cambios: la Casa de Chile ya no es más, pues la demolieron y en su lugar hay ahora una ascéptica sucursal bancaria y una agencia de motos. Pero también ahora que se comienzan a exponer más y más pruebas sobre la represión y sus brutales secuelas del gobierno echeverrista contra los disidentes e izquierda mexicana, nos percatamos de las paradojas: mientras por otro lado se brindaba apoyo oficial a los grupos de refugiados políticos sudamericanos que llegaron en la década de los setentas, por el otro se perseguía y torturaba a muchos disidentes contra el gobierno con una saña que no tenía nada que envidiar la dictadura chilena, argentina o uruguaya.
Me niego también a hacer interpretaciones sobre la política de reconciliación promovida por los últimos gobiernos democráticos en Chile; los comentarios más pertinentes les corresponde hacerlos a quienes saben, es decir, a los mismos chilenos.
Sin embargo, me gustaría traer a cuento la mención de una obra musical extraordinaria en varios sentidos, la Cantata de los Derechos Humanos.
Esta obra musical tiene una importancia significativa muy honda.

  • Esta obra de Alejandro Guarello y el grupo Ortiga (música) y Esteban Gumucio SS.CC. (texto), marcó un hito en la defensa de los derechos de las personas en la década de los 70.
  • Compuesta en 1978 por encargo del arzobispado de Santiago para la inauguración (¿ o gran acto final?) del Simposio Internacional sobre los Derechos Humanos, organizado por la Comisión Chilena para los Derechos Humanos.
  • Fue estrenada en la Catedral de Santiago de Chile teniendo como narrador al destacado actor chileno Roberto Parada, en la música el grupo Ortiga, un coro dirigido por Waldo Aránguiz y un conjunto instrumental dirigido por Alejandro Guarello. Alejandro Guarello fue el director general del evento.
  • En 1979 se realizó la grabación por el Arzobispado de Santiago en una edición limitada de discos vinilo y cassettes actualmente muy difícil de encontrar. La matriz o master se encuentra perdida por lo que es imposible reproducir esta versión.
  • La carátula fue diseñada por Claudio Di Girolamo en 1978, en ocasión del Simposio Internacional de Derechos Humanos que se realizó en la Catedral de Santiago entre los días 22 y 25 de noviembre de 1978. *

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*Información obtenida de:

www.latinoamericano.cl
www.portaldemusicalatinoamericana.cjb.net