Cuentos de hadas para ayer y hoy (II)


Ahora hago esta breve reflexión al ver una película como El laberinto del fauno, ya que ha hecho saltar de golpe mis recuerdos íntimos como lectora, para ser precisos, de mi infancia lectora.
No sé cuántos contemporáneos puedan corroborar mis palabras y quizá me yo me calo a fondo las gafas de cristal rosado para voltear atrás, pero sospecho que estoy en lo cierto. Ah, niños del internet, Nintendo y control remoto... La "pobreza" tecnológica de nuestra generación estaba ampliamante compensada por otros elementos, muy rudimentarios pero que en cambio, rebosaban creatividad y, algo que últimamente brilla por su ausencia: respeto a la inteligencia de los niños.
Bueno, aquí tal vez podría empezar una lista bastante tediosa sobre estas flores del jardín idílico de un infante ochentero, pero les ahorraré la ennumeración (que incluye periódicos, revistas, ferias, juegos, programas de televisión y una radiodifusora, ¡je!) .
Me limitaré únicamente a mis primeras lecturas, hechas en las hermosas ediciones que la editorial Progreso, el órgano editorial de la entonces URSS, hacía para los niños. Estos libritos, generalmente cuentos y leyendas populares rusos, tenían una calidad tremenda en cuanto a su presentación y contenido. Papel, ilustraciones, tipografía... qué hermosos recuerdos.
Retomando la idea del mensaje anterior, los héroes surgidos de estas narraciones, como los de otros relatos infantiles de cualquier tradición, nos remiten justamente a esta reflexión acerca del valor de estas historias, hoy y aquí.


Pd. La imagen de este post corresponde a Baba Yaga, la villana favorita de los cuentos populares rusos... quien, con sus dientes de fierro (ojo con quién les pone los braquets) y su cabaña con pata de pollo, también fue la protagonista de las pesadillas nocturnas de los Bandala bros, antes del advenimiento de su colega gringa, la bruja de Blair.