Cuentos de hadas para ayer y hoy (III)

El príncipe Gvidon, que fue arrojado al mar junto con su madre por el zar Saltán, su padre, al creerlo un monstruo y que fue ayudado por la princesa cisne como recompensa por haberla rescatado, fue valiente pero no cruel cuando se vio nuevamente ante el padre que lo había rechazado al nacer. (Otros personajes memorables de este cuento: la ardillita que cantaba y cascaba nueces de oro; los majestuosos guerreros que surgieron del mar para proteger la ciudad gobernada por Gvidon; la misma princesa cisne que romperá su maleficio gracias al amor del príncipe; las tías malvadas de Gvidon; el mismo Gvidon que creció de forma prodigiosa al ser arrojado en un barril al mar junto a su madre y que fue a buscar a su padre transformado en insecto.)


Los tres gordinflones de Yuri Olesha, una historia
bautizada como "cuento de hadas revolucionario"
comienza con una imagen insólita en su portada de cartón: un hombre sobrevuela la gran plaza de la ciudad colgado de un enorme y colorido racimo de globos.

Esta obrita no ahorraba en su trama los horrores de la guerra civil, incluyendo temas que podrían considerarse escabrosos o inapropiados para un lector infantil: dictadura, represión militar, presos políticos y tortura. Pero sorprendentemente, Olesha escribió una historia emocionante, llena de humor, llena de elementos fantásticos pero sin dejar de ser realista, por contradictorio que esto pueda parecer.
Nunca he vuelto a ver estas viejas ediciones que eran tan bonitas. En cambio, he visto publicadas de nuevo las viejas historias, pero, qué quieren, no me parecen ni con mucho, tan lindas como las que leí hace tiempo.

No creo que los cuentos de hadas sean coto exclusivo para algún tipo de lector, ni mucho menos, que se agoten con la edad, por que finalmente, la edad, como el tiempo, sólo está en la mente. Todo lo contrario, pues mientras más andamos, parece que lo narrado en estos cuentos llega a tener más razón, o debería tenerla... o desearíamos que la tuviera.

Junto al mar y a un verde roble,
atado a una cadena de oro lleno,
el Gato Sabio pasea como noble
día, noche y de misterio pleno.

¡Es el alma de la Rusia y su misterio!
¡Yo estuve allí! ¡Bebí de su hidromiel!
Vi el mar. Y el roble, en gesto serio,
me dio la sombra en la que el gato aquel

me encomendara sus cuentos al papel.

(A. Pushkin)

1 GLOSAS:

Anónimo dijo...

Hola, nose que conocimientos tendrás sobre el poema que pones en tu blog y que recien termino de leer. Estoy refiriendome al poema LOS CUENTOS DEL GATO SABIO, a mi hija le hacen preguntas al respecto y sinceramente no entiendo mucho este poema, me parece bastante complicado.
Podrías ayudarme!?
Dejo mi correo
gracemar_deluz@hotmail.com
DESDE YA GRACIAS