De fetichismos y mascotas (II)

Se supone que la primera imagen para promocionar los juegos olímpicos, aunque sin la personalidad de una mascota propiamente, fue la desafortunada Paloma de la Paz, en México 68... sin comentarios.
La siguiente, que comenzó a tener las características de una mascota, fue Waldi, un perro salchicha tecnicolor bastante mono aunque poco expresivo. Lamentablemente los juegos de Munich 72 no estuvieron a la altura del encanto de Waldi.
El emblema de los siguientes juegos, los de Nadia, fue Amik, un castorcito con tendencias contestatarias. A continuación tenemos dos hijos de la Guerra Fría: Misha vs. Sam.Y cuando el Muro iba a caer, Hodori estaba allí, lindo y simple, sin complicaciones ideológicas ni conceptuales.
El caso es que Cobi, un mediterráneo carismático de tendencias cosmopolitas y vanguardistas, no fue una mascota complaciente para con los parámetros comerciales, que estaban acostumbrados a las mascotas bonitas y tridimensionales. Desde su perspectiva joanmiroista, Cobi demostró que una mascota podía tener mayor complejidad y, vaya ironía, profundidad. Y hablando de profundidad, llegamos a la antítesis con... la cosa.
La verdad es que se llama Izzy pero el nombre que se recuerda, y que lo identificó (?) definitivamente fue Whatisit, término que resume muy bien el dilema ontológico que todos experimentaron ante... eso. Un moco, la mancha voraz, una amiba; nunca nos pusimos de acuerdo sobre su naturaleza, si es que la tenía.
De forma sutil, Australia decidió desagraviar la institución de la mascota y no presentó una, sino tres. Unos bichos bastante simpáticos, bastante identificables, bastante australianos, pero también, bastante estándar, pues no aportaron nada nuevo. Conclusión: la cantidad no es sinónimo de calidad.
En vista de lo cual, Atenas se conformó únicamente con una parejita, sin embargo, no tuvimos más referencias de Febo y Athena más que de su innegable estirpe olímpica, como buenos helenos.
Si me lo preguntan, mi favorito siempre será el adorable Misha, no sólo por que fue la mascota de los primeros juegos olímpicos que vi, sino por esa aura de candor y dulzura (obviamente, la mascota no está obligada a ser el reflejo fiel de su realidad sociopolítica, eso sería pedirle demasiado). Y después, viene Cobi, la mascota más carismática e iconoclasta (si se me permite el término) de todas.
Por todo lo que son y representan, por que les da igual que sean siempre los mismos quienes se llevan las medallas a casa, de que cada vez los patrocinadores son más importantes que los deportistas, de que el idealismo bienintencionado del Barón es sólo un recuerdo romántico, y por que siempre están dispuestas a sonreir y animarnos, aunque no tengamos medallas y, es más, aunque no seamos atletas ¡qué demonios! me encantan las mascotas.