Bocanegrazo (...¿o bocanegrismo será?)

Y dice la leyenda, que en aquellos decimonónicos días de revuelta y conflictos patriotico ontológicos, se lanzó la convocatoria para darle himno a la sufrida patria que ya no sentía lo duro sino lo tupido, entre tanta invasión, los despiporres que le organizaban desde dentro y desde fuera, deudas y alborotos causados por todo aquel que tenía a bien declararse presidente legítimo, así como por quienes tenían a bien declararlo espurio...

Y digo, que según los fidedignos anales monográficos de la venerable papelería de la esquina, el joven poeta Francisco González Bocanegra , a quien le sobraba la inspiración pero le faltaba el ímpetu, no se decidía a plasmar en el papel las inspiradas palabras que tenía en mente para participar por el máximo laude de tal certamen: que sí, que no, que luego, y que si me dan o no la beca, y que si mi amigo Fulanito también va entrar, y que si el jurado ya se puso de acuerdo para darle el premio a Sutano, claro, si se sabe que todos están en esa mafia...
Y estando en ésas, su musa (para fines prácticos, novia) a la que sobraban por igual la inspiración e ímpetus, puso literalmente manos a la obra: encerró al poeta en un cuarto con una mesa, lámpara, papel y pluma, implementos todos muy útiles para evitar un suicidio por ahorcamiento o una audaz fuga a través de la ventana, según los usos y costumbres de la época.

Y que le dice al Bocanegra: "Escríbele o nanay que sales de aquí". Nuestro joven poeta, no es necesario decirlo, se sintió profundamente decepcionado al descubrir el verdadero motivo por el que su amada lo había llevado sigilosa y subrepticiamente al cuarto más recóndito de la casa. Pero también recordó que su chata no era de las que como decían una cosa, decían otra. Y que era bastante capaz de dejarlo encerrado ahí hasta el advenimiento del Tercer Imperio o la devolución de Texas... lo que ocurriera primero.
Resultado: el himno nacional mexicano fue producto de ciertas medidas drásticas y de la inspiración literalmente extirpada de un poeta con muchas ideas pero pocas ganas de sentarse a escribirlas. En definitiva, una chica pragmática y cuatro horas de encierro hacen maravillas.

¿Y por qué viene todo esto a cuento? Pues que me he dado a inaugurar una nueva modalidad de trabajo a la que he titulado "Bocanegrazo", en honor a este prócer y las circunstancias en las que escribió su máxima obra apoyado, claro, por su novia a la que podriamos considerar una visionaria y profunda conocedora del disperso y heterodoxo carácter de los creadores.

Tal modalidad consiste en:

-Encerronas de fin de semana.

-Dieta de boy scout (alimentos preparados en lapsos menores a 20 minutos).

- La sospecha de que, a estas alturas, la idea de un cronograma ya no parece tan mala.

-Escritura onírica automática (de la que ya hablé anteriormente) como un efecto secundario.

Pero no me quejo.
Al menos mis room mates se abstuvieron de poner en práctica el método inspirado por sus juveniles lecturas de El conde de Montecristo. Dudo que hubiera podido, en tal caso, lidiar con una barba hirsuta y escribir con mi propia sangre. Aún hay límites.