No soy un crack.
No soy exponente del
jogo bonito.
No me patrocinan ni el boleto del metro.
Comencé a jugar tarde
Carezco de técnica
Desconozco muchas nociones elementales del juego
He tenido que dejar de jugar por periodos bastante prolongados.
Pero siempre me he aferrado a la idea de seguir jugando donde sea, como sea.
Al principio quería jugar futbol soccer, como mi padre. Y ser portero (aunque él jugó de todo, menos esa posición).
Pronto sucumbí a los encantos del futbol rápido: una cancha reducida y controlable; paredes que permiten autopases; encuentros con periodos cortos pero intensos de juego; posibilidad de salir y volver a entrar al juego sin problemas; una pelota más pequeña, más rápida... y más peligrosa.
Y también me rendí a lo evidente: en la portería no servían de nada mis reflejos cuando los nervios me tramaban un
compló. Pero en la defensa comencé a sentirme muy a gusto. Aguanta y rechaza.
Ahora a los treinta, vuelvo a jugar fut. Qué emoción tener por primera vez un verdadero uniforme (de hombre, pero uniforme al fin). Usar tacos (esperando que no haya alguien que espere usarlos en mí) y sentir cómo crujen y se hunden en el pasto al correr. Su olor a nuevo es de lo mejor que yo haya conocido.
También hay cosas que cambian. Antes el juego era una parte invariable de la jornada; un elemento cotidiano. Pero ahora el jugar constituye un privilegio; el premio que culmina una semana laboral.
Las cosas que no cambian: la perplejidad de mi padre (aunque también adivino oculto en ella el orgullo que provoca sentirse imitado) y la reprobación de mi madre.
Como dije, ahora el juego es un privilegio/necesidad que arrebatamos al cansancio de la rutina, las responsabilidades, el estrés.
Por eso, los 90 minutos que paso corriendo tras un balón el domingo, los atesoro durante la siguiente semana, pues me sirven como sostén o como aguijón. Cómo paré en seco a la delantera y le eché a perder una jugada; cómo debí haber evitado el tiro a la portería; como me superó una contraria en velocidad y/o técnica; cómo logré hacerle la vida imposible hasta que terminó el partido.
He vuelto a experimentar semisonambulismo. Estoy medio dormida y sueño que estoy jugando futbol, lo cual da lugar a escenas y situaciones un poco trágicas: casi infarto a mi padre que se encontraba viendo tranquilamente la tele al saltar de mi silla repentinamente, por soñar que me encontraba atajando un tiro en la portería. O bien, me sueño haciendo un despeje potente y limpio, pero regreso brutalmente a la realidad con tremendo dolor en la espinilla, resultado de intentar "despejar" el mueble de la computadora.
Sin embargo, también ahora me encuentro de lo más optimista respecto al efecto de la edad y la forma como la experiencia mejora el juego. Muchas jugadoras van por los 60 y acuden a los juegos con todo y nietos; pero su nivel de juego no sólo es aceptable, sino que nos inspira respeto a las demás. De tal forma, aun espero contar con 20 años más, al menos, de vida útil en las canchas.
Esto me hace recordar una frase que nos obsequió don Juan, un amable y exigente entrenador, a sus aspirantes de portero: para jugar futbol, no basta con ser el más rápido ni el más fuerte.
Creo que comienzo a entenderlo.
Pd. Comparto con ustedes el trailer de la mejor peli sobre futbol soccer que conozco. Aquí le pusieron un título horrendo, "Jugando con el destino". Pero la traducción del título original podría ser: "Hazlo como Beckham". Es muy divertida, más allá del futbol y fuera de la cuestión de géneros. Particularmente la parte de los créditos finales es buenísima; casi una película por sí misma.
Pd2. Y por cierto, mi uniforme también es blanco y rojo (nos asignaron uniformes de la selección inglesa, jejeje), aunque lamentablemente no es tan sexy como el de estas chicas ;)